11 septiembre 2012

PRISIONERO DE GUERRA




La oscuridad de la habitación era propia del mismísimo fin del mundo. Aquellos hombres me tenían atado a una silla. El dolor era fuerte, la cabeza parecía estar a punto de reventar.

-¡Habla!-dijo uno de los hombres-.

Yo sin embargo no articulé palabra alguna y sin previo aviso aquella boca que llevaba tanto tiempo conmigo dejó caer varios dientes al suelo tras golpearme con algo. La sangre se deslizaba en la oscuridad y mis cuerdas vocales seguían sin articular sonido alguno.

Prisionero de guerra, una guerra que dicen que es por nuestro país, por nuestro pueblo. Todo para tapar intereses políticos y mentiras que se maquilla con sensiblerías y patriotismo. Pero el verdadero infierno está aquí, en esta guerra donde hombres como yo mueren y todo por la codicia de otros que juegan a dominar el mundo tras sus máscaras de democracia.

-¿A qué compañía perteneces? Habla o morirás-dijo otro hombre-.

Mis labios seguían sellados o al menos lo que quedaba de ellos y mientras mi lengua degustaba el sabor de la sangre que inundaba mi boca. Una luz brilló en la oscuridad, un hierro al rojo vivo se aproximó a mi ojo y del dolor que sentí no tardé en desmayarme. Los sueños ya no eran sueños, eran pesadillas, mis compañeros caían al suelo muertos, pronto comprendí que al lado de aquel lugar el verdadero infierno era un juego de niños. Trozos de soldados y balas atravesando cuerpos, desde que estaba allí eso era lo que recordaba en mis sueños. Ya no había casi diferencia entre estar despierto y soñar, la único que lo diferenciaba es que al despertar muriese y toda esa pesadilla terminase.

-¡Despierta! Esta es tú última oportunidad, ¡Habla!-.

Un cubo de agua me despertó, o al menos eso quise pensar que era lo que me tiraron por encima. No veía nada y el dolor era insoportable, mis ojos habían sido quemados. Noté un cuchillo en mi cuello y aquellos gritos subieron el volumen insistiéndome en hablar y tras varios segundos, aquella hoja de plata desgarró mi cuello.

Por fin termina mi pesadilla, me llaman Joe el mudo y pese a mi incapacidad para hablar me obligaron a ir a esta guerra, una guerra por mentiras, por el poder, pero sobre todo una guerra que como muchas otras refleja la codicia humana que no parece tener fin y donde los inocentes caen por defender hombres sentados detrás de sus mesas sin valor para luchar.

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