18 septiembre 2012

MI ÚLTIMO JAZZ



Aquella música de Jazz me traía recuerdos, recuerdos de momentos en los que mi alma se sentía libre. Las notas se elevaban, surgían como llantos en el aire, suspiros que se prolongaban en aquel saxo que levemente deslizaba la música en la oscuridad. Creía que mi vida ya no volvería a sentir las vibraciones de esa música como telón de fondo. Libertad, a eso huele la música, notas que escapan del instrumento y del propio alma del músico, libres en busca de un sentido, en busca de encandilar y abstraer de la realidad a otras almas que se encuentran reprimidas.

Y allí estaba yo escuchando esas vibraciones salir por el viejo radiocasete de mi coche. El olor a gasolina aumentaba y mi subconsciente quería bajar esas ventanillas tan cuidadosamente subidas. En aquel momento mi mente se dejaba llevar por las notas, la libertad de mi alma, mis penas ahogadas en aquella música.

El olor se hacía más intenso y mi garganta ardía con el paso del tiempo ahogando mis pulmones. Aquella manguera colocada en el tubo de escape hacía que el aire cada vez pesase más.

La música continuaba en el interior del automóvil, en su exterior, en aquel taller, silencio. Un silencio similar al que deja la muerte. Una muerte que lentamente deslizaba sus dedos sobre aquel vehiculo, atrapándolo, estrujándolo y llevando mi alma lejos de la realidad.

Ya no puedo respirar, mis pulmones están llenos, mi vida está vacía y mi alma vuela con esa melodía. Por fin salgo del coche dejando mi cuerpo inerte en su interior, por fin todo se acabó y como aquella música por fin soy libre.

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