23 noviembre 2012

PAYASO TRISTE



La pintura que cubre su rostro transforma lentamente las lágrimas en regueros blancos que se deslizan por sus mejillas. Sus manos temblorosas guardan aquella tarta que ya no se estrellará más contra su cara. Hoy es un día duro, los niños ya no se ríen, prefieren malgastar las horas delante de la televisión viendo dibujos que verle hacer una vez más su número. Con mucho cuidado se desprende de su arrugada nariz de color rojo mientras ve reflejada en el espejo la imagen de un artista acabado que ve su futuro más negro que nunca.
El pulso se le acelera, no puede contener más la rabia, solo pasan unos segundos hasta que estrella su puño contra el cristal. Los cristales caen pero el estruendo no alerta a nadie, la fría lluvia tapa el sonido del inicio de lo que está por venir. El llanto aumenta, la desesperación se hace gigante y el fin se acerca.

Se levanta de su silla violentamente, el dolor ya se ha apoderado del que era un payaso convirtiéndolo en un animal que no sabe donde refugiarse, siente que no puede sobrevivir en un mundo que le olvidará, un lugar donde los artistas como el ya no tienen cabida y donde conseguir un trabajo no es tarea fácil. La presión lo ahoga, el agobio lo fulmina, pero pronto ve una salida.

Se acerca de nuevo al mueble del espejo, el pulso se normaliza por un instante, y sin tiempo de espera para el arrepentimiento sus manos actúan más rápido que su mente y cogen uno de los cristales. Es entonces cuando cierra los ojos y recuerda, los focos iluminando la función, las risas, el olor a palomitas y el asombro ante las fieras que saltan a la pista. En un segundo toda esa gente riendo vuelve a su mente, pero solo un segundo más tarde el cristal recorre su cuello.

El jefe de pista sale a escena y le presenta, la gente aplaude, redoble de tambores y a escena. Se desliza al exterior viendo como el mismo color de su nariz cae sobre los charcos de lluvia, continúa avanzando hasta que sus fuerzas no lo permiten más y se desploma junto a la jaula de los elefantes. La tarta se estrella contra su rostro y el público ríe de nuevo. Sólo unos instantes y el pulso cada vez es más flojo, a lo lejos ve como sus compañeros se dirigen hacia él corriendo, pero ya es tarde, quizás en la otra vida vuelva a hacer reír a alguien. Entonces se acuerda de cada una de las caras que vio reír en su vida y su alma se siente aliviada al saber que hizo feliz a mucha gente. Un fuerte aplauso resuena en la carpa, los espectadores en pie vitorean su trabajo. El corazón comienza a pararse y es entonces cuando siente frio y sonríe por última vez, pues un payaso nunca debe perder su sonrisa. El pulso se detiene, él sonríe, las luces se apagan, redoble de tambores.

"¿Cómo están ustedes?"
 Siempre te recordaremos (1929-2012)