11 abril 2013

JUEGOS DE AZAR


El dado se deslizaba dentro de su puño a la espera de mostrar una cifra, una cifra que siempre estaba marcada por la muerte. No tardó en salir del puño y sus caras fueron mostrándose una a una mientras rodaba por el suelo, por mi parte no podía hacer otra cosa que mirar ya que de nada servía intentar librarse de las ataduras de muñecas y tobillos que me retenían en la cama de la habitación. Por fin un número, el 3, y así fue, una a una las balas salieron por el cañón, la primera impactó en los pulmones, la siguiente en el estomago y para terminar fue la última la que atravesó el corazón parando todo aquel sufrimiento.

Contemplé como mi mujer permanecía en el suelo muerta tras ser ejecutada por aquel asesino que llevaba varios meses persiguiendo, se hacía llamar entre los compañeros del cuerpo de policía "El Apostante" ya que recurría a juegos de azar para acabar con sus victimas y siempre dejaba pruebas de ello. En una ocasión una víctima había sido encontrada junto a una baraja de cartas, aquel asesinato fue llamado BlackJack y la víctima había tenido la desgracia de que aquel psicópata tuviese suerte ya que las cartas marcaban el número 21 y ese fue el número de puñaladas que recibió aquella persona antes de morir.

Y allí estaba él, un hombre joven, que nadie tomaría por un asesino en serie y que sin embargo se había convertido en mi obsesión por encerrarlo en una celda para el resto de su vida, pero me temo que el me había encontrado antes a mí. Su cabeza se encontraba rapada y mostraba un enorme tatuaje de un As de picas en el centro del cráneo acompañado por dos dados uno a cada lado. Sus ojos eran quizá lo que mejor reflejaba su locura, tenía una mirada perdida como si buscase algo desesperado y fue a mí a quién encontró. De su abrigo sacó lo que parecía ser una pequeña ruleta de juguete y la situó sobre mi pecho, le propondré un pequeño juego me dijo, y me sugirió que apostaríamos partes de mi cuerpo mientras que del otro lado de su abrigo sacaba lo que parecía ser un serrucho. Me colocó la ruleta para que pudiese señalar con el dedo donde caería la bola ya que mi boca se encontraba tapada y aposté al rojo.

La bola comenzó a girar por la ruleta buscando un lugar que depararía el destino de alguna de mis extremidades, 7 rojo, 12 negro... la bola giraba y giraba y finalmente se detuvo, 9 negro. Tuve la sensación que pasaban horas hasta que me desmayé del dolor, cuando desperté mis piernas ya no estaban y mediante un torniquete y un soplete había cortado la hemorragia, pese a todo no debía quedarme mucho de vida. Me dijo que lo sentía mucho pero si apostaba solo al color serían dos las extremidades que perdería, "Quién no arriesga no gana" dijo con una sonrisa macabra. Saqué fuerzas de donde pude, señalé el 7 negro y de nuevo la bola se puso en marcha. Mis ojos se cerraban y pensé que volvía a desfallecer debido al dolor, pero aguanté y de nuevo la bola se detuvo, pero fue 7 rojo y de nuevo volví a desmayarme.

Veinte años en el cuerpo dedicado a cazar todo tipo de asesinos y psicópatas, pero jamas me imaginé que sería yo quién ser convertiría en la presa y mucho menos de aquella manera con mi mujer muerta y yo apuntó de reunirme con ella. De nuevo desperté sin mi brazo derecho, puestos a mirar el lado positivo era zurdo y de salir vivo de ésta podría mantener mi brazo bueno a mi lado. Noté como la atadura se encontraba medio deshecha y quizás pudiese llegar a mi arma de debajo de mi almohada, no estaba todo perdido, sin embargo aquel hombre me rajaría el cuello con la sierra antes de que pudiese alcanzarla. En esta ocasión me destapó la boca y me permitió decir mi apuesta para no liberarme mi único brazo. 11 rojo pronuncié notando el sabor de la sangre en mi boca que parecía indicar que mi vida estaba apunto de terminarse.

La ruleta giró y mi vida pasaba por mis ojos al ritmo de la bola, fue entonces cuando tuve una idea, y en el momento de ir a detenerse escupí sobre la ruleta tiñéndola todo de rojo. Los instantes después de aquello fueron lentos, la locura se apoderó del asesino al no poder ver si había ganado o perdido, la sierra cayó al suelo ante un arrebato de rabia y yo aproveché para liberarme de la atadura y coger mi revolver para apuntarle a la cara. Fue entonces cuando su mirada de locura se tornó en incredulidad y me acusó de hacer trampas, yo le negué con la cabeza y le respondí con mis pocas fuerzas "Quién no arriesga no gana", en décimas de segundo el proyectil salió por la parte trasera de su cabeza quitando de en medio a aquel asesino. Mis ojos se cerraron y mi respiración se fue apagando poco a poco, ninguno de los dos ganaría después de todo, una sonrisa se dibuja en mi rostro instantes antes, supongo que al final siempre gana la banca.

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