10 marzo 2013

MOTEL DULCES SUEÑOS


Era de día, el sol se filtraba por la ventana de aquella habitación y las cortinas parecían haber sido blancas hace tiempo, ahora eran amarillentas y por algún motivo las moscas sentían cierta atracción por ellas.

Motel Dulces Sueños, así se anunciaba aquel lugar en la carretera. A ella, la había conocido la pasada noche y ahora yacía en la cama. Fue una noche espectacular, pasamos horas y horas bajo esas sábanas empapándolas de sudor y fundiéndonos una y otra vez. El neón del motel alumbraba en pequeñas ráfagas aquella oscuridad llena de gemidos.

El calor en aquel lugar era asfixiante, y el olor nauseabundo del cuerpo inerte de aquella mujer aumentaba por momentos. La sangre bañaba la cama tiñendo de rojo el amanecer mientras yo cuidadosamente lavaba el cuchillo. Con cuidado guarde el corazón extraído de su cuerpo en un frasco y lo oculté en mi mochila.

Su corazón fue cautivado por mí desde el primer momento en que la vi. Bailamos, bebimos, charlamos e introduje la pastilla en su bebida. Después de aquello todo fue más fácil, solo tuve que esperar los efectos de la droga y decirla que todo iría bien mientras subíamos a mi coche.

Envolví el cuerpo con las sábanas y puse otras nuevas con cuidado de limpiar meticulosamente la habitación. Aproveché un instante en el que nadie mirase y metí el cuerpo en mi maletero. Subí junto a mis cosas al vehículo y en pocos segundos arranqué el motor. Ni un nombre, ni nada que saber sobre ella, solo un número, once, el número de las muertes que llevo con esta y de corazones cautivados que adornarán mis estanterías recordando mis amantes.

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