El coche se paró antes de que
pudiese llegar a una gasolinera. Me había perdido y por si eso fuese poco me
encontraba en mitad de la nada y sin batería en el teléfono móvil, si las cosas
podían ir a peor en aquel momento era impensable. Esperé minutos y horas y tras
ver que ningún coche frecuentaba la carretera decidí seguir avanzando a pie a
la espera de encontrar ayuda.
Se busca hombre de entre 23 y 35 años, de altura entre 1,80 y 1,90 y
pasión por la gastronomía para mercado de próxima apertura. No es necesaria
experiencia previa, tan solo pasión por la comida. Interesados llamar al
teléfono 666xxxx11.
Aquel anuncio me había llevado a aquella situación,
llame al número y un contestador me dio la dirección de un pueblo que no
figuraba en los mapas, no obstante no perdía nada, hoy en día una oferta de
trabajo era algo imposible de rechazar. Cuando tomé el desvío sin embargo, el
cual tampoco figuraba en ningún mapa, algo me dio mala espina, sin embargo
seguí adelante y terminé caminando por esta carretera a la luz de un sol
abrasador. Fue entonces cuando divisé un edificio a lo lejos, tras media hora
llegué a sus puertas, "Mercado de Carne", anunciaba un enorme letrero
en la fachada frontal.
La puerta corredera de metal
chirrió al abrirse y los rayos de sol penetraron en el edificio. Tras llamar y
no recibir respuesta me decidí en ir a buscarla. Lo primero que sentí al entrar
fue un olor raro, parecido a carne quemada, aquella fragancia impregnaba aquel
lugar. El aspecto que presentaba todo aquello era ni más ni menos que un
mercado vacío, con sus cierres sin abrir y sin nadie que pudiese ayudarme. Sin
embargo, fue al darme la vuelta para irme, cuando le vi. Era un hombre fuerte
dentro de un impecable traje, de mediana edad, calculo que de mi altura y con
los ojos y el pelo tan negros como el azabache.
-Bienvenido, ¿Señor...?-.
-Vengo por el anuncio-.
No fui capaz de articular otra
frase. Me encontraba paralizado al ver a aquel hombre delante de la puerta de
salida. No sabía cómo había llegado allí sin hacer el menor ruido y su mirada
era tan penetrante…
- Pase a la sala del fondo- el
hombre encendió las luces y vi a lo lejos una puerta- le esperan-.
Cuando quise volverme aquel
hombre se había esfumado, como si de un truco de magia se tratase o quizás
aquello fuese solo un sueño. El corazón se aceleraba conforme me acercaba a
aquella puerta, me planté delante de ella y llamé al vacio, ya que la puerta se
abrió antes de que pudiese golpearla. La sala, lugar a mi entender de la
entrevista, contaba con una mesa y dos sillas a cada lado y ninguna otra puerta
aparte de por la que entré. Quizás lo más raro de aquello no fuese el hecho de
que allí no había nadie esperando, si no que de las paredes colgaban ganchos
para la carne y cuchillos y la mesa que tenía ante mi estaba llena de sangre.
- Siéntese por favor- al volver
la vista de la pared el mismo hombre estaba sentado en la silla-.
- ¿Cómo ha entrado? ¿Qué es todo
esto?-.
- Su nuevo trabajo-.
La luz de la sala se apagó, o al
menos eso pensé en aquel momento, la realidad es que alguien me estaba
envolviendo la cabeza con una bolsa y cada vez me costaba más respirar hasta
que finalmente perdí la conciencia.
-Bien, ahora si le parece bien
hablaremos de las condiciones-.
Mis ojos se abrieron lentamente,
me encontraba encadenado a la silla con aquel hombre al otro lado de la mesa,
sus manos movían un bolígrafo sobre unos documentos mientras su mirada
perseguía la mía con gesto serio.
- Quería darle ante todo la enhorabuena
por reunir las cualidades que buscábamos y conseguir este puesto para el que
muy pocos están preparados-.
Cuando fui a responder me fue
imposible, algo tapaba mi boca.
- Bueno, si no tiene nada que
decir continuaremos. Como le comenté antes mientras usted descansaba la vista
el salario es de 1.000 euros la hora y la duración del contrato será de
escasamente unos segundos, quizás minutos si no realiza bien su labor-.
Aquel hombre estaba loco y yo
acabaría peor si no salía de allí. Me balanceé de un lado a otro hasta que la
silla impactó contra el suelo rompiendo el candado de las cadenas y
posiblemente alguna de mis costillas. Me levanté y aquel hombre ya no estaba en
la sala por lo que sin querer pensarlo me precipité hacia la salida, sin embargo
aquello que encontré era algo…diferente. El mercado había abierto y el olor era
aun más penetrante, los puestos que me rodeaban estaban llenos a rebosar, pero
no de ternera o cerdo precisamente. Tenía ante mí manos, brazos, piernas y
cabezas. Cada puesto con algo distinto que ofertar, dos orejas al precio de una
o un kilo de ojos al cincuenta por ciento. Intenté gritar pero no pude, seguía
con la boca tapada. Busqué la mordaza pero no encontré nada, en su lugar un
hilo recorría mis labios, los cuales, sin temor a duda, estaban fuertemente
cosidos.
- ¿A dónde cree que va? Tiene que
firmar el contrato- la voz de aquel hombre volvió a mis espaldas, delante de la
puerta-.
Corrí todo lo que pude hacia la
salida temiendo que aquel hombre, que parecía ser muy rápido, me diese alcance
o me cortase el paso. Sin embargo logré salir al amparo de la noche y pronto
divisé a lo lejos una furgoneta. Hice todos los aspavientos que pude hasta que
por fin se detuvo a mi lado. Estaba salvado, por fin la suerte me sonreía en
ese aciago día. El hombre bajó del coche con una escopeta, me sonrió y antes de
que pudiese reaccionar me voló la cabeza con aquel arma.
- ¡Papá! ¡Te he dicho que dejes
de jugar con la comida! ¡Ya van tres que se escapan en lo que va de mes!-.
Desperté sudoroso en mi cama,
faltaban once minutos para que sonase el despertador, de nuevo tenía una mala
noche antes de ir a sellar en la oficina del paro.